Mientras aprendemos del arte de la curaduría, hablemos de la curaduría del arte. Parte I

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10/02/2020

J.Cabezas-delaroche


 

 

“Si la figura moderna de crítico de arte ha sido reconocida por Diderot y Baudelaire, la verdadera razón de ser del curador ha permanecido largamente indefinida”

El rompecabezas de la labor del curador se encuentra relacionada con una serie de funciones que han sido propias de otras ocupaciones del mundo del arte. El hoy llamado curador, concepto tomado de la palabra anglosajona “curator”, pero también relacionado al oficio del “comisario” -como se ha conocido en el mundo hispanoparlante- es una amalgama de roles como cuidador, crítico, conductor y organizador de una exhibición de arte. 

El papel del curador, que comenzó a tomar forma -y relevancia- en la segunda mitad del siglo XX, hacia las décadas de los 60 y 70´s, se consagró más del lado de la experimentación que de la formación. Ante un nuevo mundo que comenzaba a moldearse tras las guerras y que daba lugar a la proliferación de nuevas perspectivas ideológicas, la figura del curador se gestó con novedosas propuestas artísticas que se articulaban alrededor de temas como: el uso de espacios diferentes e innnovadores, los límites difusos de lo público y lo privado en el arte; la deconstrucción de los conceptos tradicionales de pintura, escultura, dibujo, entre otras. La forma de concebir, hacer y mostrar arte permitieron a esa figura de curador un matiz creador, al tiempo que intelectual.

Cómo definir entonces la función del curador. Podría decirse a grandes rasgos que es la persona que “organiza y desarrolla toda la producción de  una exposición de arte. Es quien llega a conocer todo lo necesario para el montaje de esta: los artistas, las obras, el uso, los aspectos de conservación de cada pieza. Los modos, medios de relación y comunicación de las mismas; los procesos, los diálogos que se deben, pueden, quieren… establecer.

Hablamos entonces de un autor intelectual que crea, construye y compone. Como dice el escritor y periodista Andrés Arias, “los curadores “leen” las colecciones, los fondos y los acervos de una manera distinta a como lo hace el común de la gente; establece relaciones extrañas (entre las obras; lo otro es otro cuento), juntan lo inesperado, ponen a dialogar (esa idea les fascina) las obras más disímiles y, en vez de hablar (…) piensan en contextos, geopolítica y juegos históricos”

Es un “campo abierto” como lo ha denominado María Wills en su libro “Los cuatro evangelistas”, en el cual se puede pensar al curador como un tejedor de relaciones entre conceptos y contextos -social, político, económico e históricos- que permiten la apertura de caminos diferentes para pensar el arte, debatir con -sobre- este, construir nuevas expresiones y quién sabe, la posibilidad de transformar la perspectiva del espectador respecto a una obra, o a la idea de concebir el arte. 

Aún cuando la función del curador es mostrar la obra de determinada manera, no hablar por ella ni explicar los procesos del artista, lo que este quiere, pretende o espera, es pertinente  que el o la curadora tenga campos de conocimiento sólidos que den, en todo caso, lugar a interacciones y reflexiones. 

Vivimos un momento donde se abre la posibilidad renovadora del mundo del arte, en el cual es oportuno [re] pensar los oficios y los lugares de poder que se han constituido, por no decir, legitimado en el arte. Es importante conocer qué es un curador o mejor, qué hace el curador, para que posteriormente se pueda dialogar sobre su rol en el mundo del arte contemporáneo.