26/06/2020
J. Cabezas-delaroche
Las instituciones mentales entre el siglo XIX y el siglo XX, especialmente en Europa, fueron lugares construidos para recibir personas afligidas, olvidadas y enfermas con el objetivo de que no pudieran salir nuevamente a la sociedad debido a su condición. La exclusión de ese otro “enfermo”, “peligroso”, “diferente” era garantía para mantener el funcionamiento social. El loco ‒por sus síntomas, trastornos, traumas, comportamientos, pasajes al acto, etc.‒, históricamente confinado, marginalizado e invisibilizado, como bien lo expresó el filósofo Michel Foucault en algunas investigaciones, pone la exclusión del enfermo mental como el mecanismo más eficiente de perpetuar la supuesta tranquilidad y el orden social.
El aislamiento y el intento de corregir las personas consideradas enfermas mentales llevó a la medicina de los siglos XIX y XX a probar nuevos métodos que ayudaran en ese propósito de curación. La historia de Antonin Artaud, escritor francés que a sus 41 años fue diagnosticado con una forma de esquizofrenia, muestra el calvario de la experiencia manicomial tras residir nueve años (1937-1946) en instituciones psiquiátricas. En su libro Van Gogh, el suicidado por la sociedad, ilustra cómo la coacción en el psiquiátrico y el particular trato médico-paciente llevaría a que cualquier persona se alienara. Artaud, con una destreza y estética cruda, comparte su necesidad de materializar un caos interno que genera malestar, pero que ayuda a resistir las condiciones deshumanizantes del entorno que los aliena.
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Pensar al artista como un genio loco o trastornado ha estado arraigado en el imaginario social desde hace varios siglos. El diagnóstico y la producción ha pasado a ser tan importante, que se ha buscado su relación desde diferentes perspectivas con explicaciones desde la ciencia, el psicoanálisis, la psiquiatría o lo sobrenatural. Hace algún tiempo esta concepción ha tomado un giro distinto al encontrar que “muchos alienados no han creado nada y que algunos artistas llevaron una vida relativamente equilibrada o, en todo caso, no han padecido cuadros psicopatológicos graves” (Sapetti: 2011, p. 14). A pesar de esto, tal ha sido el interés por encontrar una relación entre el arte y la psicopatología, que se ha intentado establecer diagnósticos basándose en las cualidades y características de las producciones, es decir, determinar a partir de la generalización de ciertos rasgos si se puede concluir que el paciente es esquizoide, esquizofrénico, depresivo, con trastornos de bipolaridad y demás.
Ese interés por poder apreciar una cualidad y calidad estética en las obras, sea por sus colores, su composición, su tamaño o su temática, ha sido el punto de encuentro entre disciplinas como las ciencias médicas y la historia del arte.
Después de años de haber sido marginados socialmente y haber sido aislados en instituciones especiales, los “locos”, “lunáticos” (Sapetti: 2011, p. 16) “discapacitados”, “dementes”, etc., comenzaron a ser interesantes desde el punto de vista médico-psiquiátrico por la calidad estética de las producciones “artísticas” y, como ya se mencionó, por la relación que pudiera existir entre estas y el tipo de diagnóstico que tuviera el paciente; sin embargo, no fueron los únicos. Posteriormente, los trabajos de carácter artístico de los enfermos mentales pasaron a ser llamativos para el arte en sí mismo. La idea de tener como referente la expresión más propia y supuestamente pura del sujeto, resultó ser de cierta manera inspiradora para aquellos artistas legitimados e insertos en los circuitos artísticos; aquellos que pasarían a llamarse insiders. Aunque no era nuevo que se tomara la producción artística “autodidacta” como fuente de referencia, fue en la primera mitad del siglo XX que profesionales de diferentes disciplinas dieron visibilidad a este tipo de personajes. Todos estos autores, profesionales de diferentes disciplinas, y como se ve, la mayoría médicos psiquiatras atraídos por el arte, ayudaron a sentar un precedente respecto al interés, visibilización y divulgación de un arte del otro, arte que después quedaría en manos de los artistas interesados.
Es importante mencionar además, que hoy día existen numerosas instituciones con el propósito no solo de ofrecer un espacio –taller‒ para que personas sin acceso puedan realizar sus obras, sino que además, les permiten comercializar lo hecho por estos sujetos; teniendo incluso, una forma de producir un ingreso económico por ellos mismos. Muchos de estos museos e instituciones no son exclusivos de arte outsider y marginal, pues algunos siguen el mainstream del arte. Que existan museos y atelieres especiales para outsiders puede llevar a pensar que hay una marginalización oculta en la separación del espacio, incluso del lenguaje; sin embargo, otro tipo de propuestas donde se articulan diferentes corrientes de expresión, como por ejemplo, exponer en conjunto artistas outsider y artistas no-outsider, puede ser el inicio para desdibujar las categorías o la implementación de nuevos discursos, como lo fue el caso del hoy considerado artista brasileño Arthur Bispo do Rosário, quien tras su muerte en 1989, fue uno de los artistas que representaron a Brasil en la 46ª Bienal de Venecia en junio de 1995.
Hay que tener en cuenta que si bien se ha intentado una inclusión de los enfermos mentales en el mundo del arte, no hay que olvidar que las producciones realizadas por estas personas no son necesariamente llevadas a cabo con un propósito de difusión, mercadeo, reconocimiento o para consolidarse como artistas. Es importante resaltar que, ante todo, hacer piezas, ensamblar diferentes objetos, pintar, envolver, coleccionar, etc., más que con el fin de crear una obra de arte, son acciones que ellos realizan para calmar el malestar. Aunque haya un intento por insertar tanto a las obras como a los sujetos que las hacen en los circuitos artísticos tradicionales, hay que respetar su historia de vida, pues a pesar del talento de muchos, su malestar es tan real como sus obras.
Aún cuando no es indispensable la necesidad de ser loco para ser genio ni mucho menos genio artístico, se puede entender que hay condiciones que permiten al sujeto romper con el plano de lo concreto dando como resultado la construcción de un sujeto libre de hacer arte y materializar distintos tipos de creación cuya calidad, atención al detalle y valor estético, les permite convertirse en referente del circuito de arte convencional.