LA FOTOGRAFÍA EN TIEMPOS DE CUARENTENA

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13/05/2020

Laura Silva


 

La fotografía en tiempos de cuarentena, de pausa, de parálisis de la sociedad como la hemos conocido, se ha posicionado como un elemento de demostración de la productividad. Al estar confinados a nuestros hogares, el mundo laboral se ha transformado. Eso para quienes tienen empleos.

El rol de la fotografía y de las redes sociales como los contestatarios y legitimadores de nuestras acciones productivas en el día a día, demuestran a todos los que habitamos este sistema que aún, en medio del fin del mundo, podemos hacer de todo siempre: cocinar, aprender algo nuevo, trabajar (más horas de las normales), hacer ejercicio (qué muchos seguramente nunca hemos hecho), hacer cursos, ver películas y series (aunque esto en exceso también nos genera culpa. La culpa por la improductividad tan interiorizada que tenemos);  tocar un instrumento, hacer uno o varios rompe cabezas, en fin. Quizá hasta más actividades de las que haríamos en un día ordinario de la vida antes del Covid.

Lo interesante es lo que elegimos fotografiar en medio de una crisis mundial y sobre todo, lo que elegimos mostrar. No mostramos la angustia, no mostramos los días que no salimos de la cama, los momentos en los que lloramos. No mostramos cómo paramos a  la ansiedad y al ritmo acelerado del mundo, quizá porque muchos no hemos parado y, al contrario, nuestras expectativas de hacer de este tiempo algo “productivo” han aumentado.

Susan Sontag en su libro “Sobre la fotografía” habla del rol vigilante de este arte frente al otro, así como de un rol probatorio: de un lugar que visité, una persona a la que conocí, un suceso que presencié; como si solo la palabra no tuviera validez, y es porque no vale en nuestro mundo. La validez de nuestras experiencias ha quedado reducidas a las imágenes. Las imágenes que vivirán para siempre, eternas y detenidas en el tiempo, y que además, son insumo para dar cuenta de algo. ¿Son las imágenes el verdadero para siempre?

El auge de la fotografía en los últimos años nos ha convertido en las generaciones más visuales de nuestra historia como humanos. Nos ha desdibujado la línea entre lo público y lo privado, lo íntimo, lo mío, lo que hago solo para mí, lo que soy y a dónde voy -solo para mí-. Lo que realmente le preguntaría a alguien es ¿qué no fotografías? ¿Qué no muestras? ¿Qué experiencias dejas para ti?, sin fotos. Solo imágenes capturadas en memorias, en palabras, en pensamientos (estas preguntas me las hago a mí misma).

La fotografía nos baja la culpa de la no-productividad. Mostrarle al otro lo que hago y lo productivo que puedo ser en medio de estas circunstancias, y si me va muy bien generar una interacción positiva sobre lo que estoy haciendo. La fotografía como un instrumento para legitimarnos constantemente frente al otro. Legitimar no solo lo que hago sino quién soy, cómo vivo, qué consumo y cómo estoy. Finalmente, somos seres sociales y la fotografía debe cumplir el importante rol social que tiene para nosotros capturar lo que elegimos mostrar, lo que tiene un sentido para nosotros sea cual sea.

La Nada y el aburrimiento no están permitidos en nuestra sociedad, porque lo improductivo es diagnosticado a veces como “depresión”. No sabemos disfrutar el placer de no hacer nada, como dirían los italianos “il dolce farniente” que en estos tiempos se convierte en una pequeña acción de revolución a un sistema que nos exige hacer de todo siempre.

Este texto va sobre todo para mí porque soy amante de la fotografía, le tomo fotos a todo, las publico, y además soy terriblemente ansiosa, hijita del capitalismo que no puede dejar atrás las nociones de productividad, ni siquiera en algo que ama y le apasiona como la fotografía.