30/07/2020
Viviana Riascos Cataño
Las personas tenemos una capacidad increíble para crear sentido. Otorgamos sentido a casi todo lo que nos rodea, incluso hasta a los acontecimientos más aleatorios. Y es que la vida no tiene sentido, lo creamos constantemente como individuos, pero también como sociedad. Vivimos en un constante vaivén entre matices de brillo y oscuridad que en ocasiones se hace difícil transitar y hasta nombrar. Por ello, se hace necesario encontrar otros caminos: para algunos puede ser la danza, para otros la pintura, la poesía o la literatura. A veces el arte, como una posibilidad de creación, permite acceder al mundo interno; permite expresar lo que de otra manera no ha sido posible.
Pero el arte no es solamente un medio de expresión, es también un instrumento de investigación para describir el entorno y conocer el mundo que nos rodea. Es una herramienta de transformación cultural, un instrumento cognoscitivo que es transversal a los saberes más complejos que nos permite ir a la primerísima unidad de conocimiento: nuestra percepción. Fue Ericka Flórez, psicóloga, artista y curadora, quien en su taller: los cinco sentidos en la educación, me permitió advertir, de manera más consciente, esa relevancia del arte; tener una experiencia transformadora de la visión sobre el arte.
Hablo de arte no como algo que sólo pertenece a una esfera completamente disociada del mundo ordinario que ha llegado a considerarse, en ocasiones, como algo sublime y perteneciente únicamente a ciertos seres privilegiados, sino como algo cercano, que pertenece a la esfera de la cotidianidad. Mandoki (2006) rompe con el mito de la oposición entre estética y cotidianidad, afirmando que no hay una estética que no emerja, en primera instancia, de lo cotidiano. Los seres humanos disfrutamos y apreciamos estéticamente no sólo lo sublime, lo perfecto o lo armonioso, también podemos llenarnos de fuerza vital con los pequeños placeres de la vida cotidiana, como el aroma del café en la mañana o ver cómo florecen los girasoles en invierno. Mandoki habla también de la habitabilidad de los espacios, que refiere a cultivar los sentidos. La poética y la estética de los lugares debe acoger, albergar al ser humano como sujeto sensible a su entorno y no sólo como una bestia de trabajo para producir y consumir productos. En este sentido, me permito preguntar ¿cómo podríamos habitar nuestra cotidianidad de una manera más amable, más amorosa?
Tener espacios para crear, para potenciar la creatividad, podría ser una respuesta a esa pregunta. El taller de collage terapéutico me ha permitido ser testigo de cómo se vuelve un espacio propio y personal de autoconocimiento y reflexión. El collage matérico visual, como técnica, es la mezcla e interacción de fragmentos y materiales de diferentes procedencias que se unen para crear nuevos sentidos, nuevos discursos. El collage es la herramienta que usamos para conectar con nosotros mismos, con el entorno y con los materiales mismos para volver a lo simple y escuchar; hay una intención de agudizar los sentidos. Guiados por un marco narrativo, volvemos la sensibilidad nuestra aliada. El collage es democrático; no se necesita ser un experto para acercarse a esta forma de creación artística. Permite sentir la experiencia de la autoría sin los bloqueos que suelen aparecer en algunos adultos cuando se acercan a maneras de creación artística: “no sé” o “no puedo”.
Finalmente, hago referencia a la autoría como la sensación de ser agentes, de ser quienes creamos. Esa es una experiencia psicológica muy potente que nos permite sentir que la vida nos pertenece y que somos nosotros mismos quienes le podemos otorgar sentido y dirección. No tenemos por qué esperar directrices externas que pocas veces están alineadas con nuestro deseo. Para los griegos el destino era uno solo y ya estaba marcado, pero nosotros podemos romper con esos mandatos. Si bien existen directrices externas, también podemos construir caminos propios. Y aquí entra en juego el arte y los espacios propios de creación, porque nos conecta con esa experiencia de crear, de ser autores de una obra o de la vida misma. Realmente no necesitamos ser tocados por los dioses para ejercer la creatividad -como lo decía Aileen Posada en el artículo anterior cuando hablaba sobre creatividad-. La creatividad está en nosotros y la podemos ejercitar, podemos potenciar esa sensación de autoría a través de las propias creaciones artísticas.
Viviana Riascos. 2018. Collage
Referencias
Mandoki, K. (2006). Estética cotidiana y juegos de la cultura: Prosaica I. Siglo XXI editores, México.